viernes, 8 de mayo de 2020

La pluma y el Viento




Te voy a contar mi historia,
le dijo el viento a la pluma,
mientras iban por el aire:
Fue una tarde de enero,
cuando una tropa de nubes
que estaban a mi cuidado,
huyeron hacia el pueblito,
y mucho daño causaron.
Dijeron que fue mí culpa,
que, por mí, estaban furiosas,
pero te aseguro amiga, yo,
no soy como me pintan.
La Pluma, lo miro de reojo
e intentó alejarse, pero el Viento,
la tomo por la cintura, mientras decía,
que su nombre era Zonda,
del norte de Cuyo venía,
le pregunto bella dama, ¿y el suyo?
Me dicen Dulce Armonía,
y me gusta viajar sola…
Ya me doy por avisado que
no es grata mi presencia,
pero yo quiero cuidarla
para que no la sorprenda
alguna lluvia de enero.
Y así, entre el silencio de la Pluma
y la cháchara del Viento,
llegó la Noche, que cansada,
se estiró sobre el pueblo.
¿La acompaño hasta su casa?
Mire que es noche cerrada
¿acaso no tiene miedo?
Mirándolo seriamente,
respondió Dulce Armonía:
No, ¡se lo agradezco!,
me encanta andar sola,
volar en campo abierto,
sin ningún perro lazarillo.
El viento, ofendido,
presuroso se alejó
y la pluma aliviada,
un nido buscó por lecho.
El día nuevo, abrió su ojo de oro
e iluminó los senderos,
y vio que Armonía era
parte de un bello nido,
donde piaban a la vida,
pichones recién nacidos.

Beatriz Teresa Bustos

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